Pedro Gamez Laserna

Nació en Jódar (Jaén) en 1907 y murió el año de 1987 en Sevilla.

Don Pedro Gámez Laserna comenzó los estudios musicales en la Banda de Música de su pueblo natal (Jódar), más tarde ingresó en la Música del Regimiento de Infantería de la Reina nº 2 con guarnición en Córdoba, primero como trombón y luego más tarde en el papel de trompa, instrumento en el que se especializaría. También fue requerido por el Ayuntamiento para que ayudase al relanzamiento de una Banda Municipal en precarias condiciones internas.

Y como quiera que su propósito fuera llegar a ser director de banda, se trasladó a Madrid a principios de los cuarenta para formar parte de dicha banda sinfónica municipal. Allí siguió sumido en su personal reto de avanzar profesionalmente, aprendiendo de todo cuanto le rodeaba y terminando finalmente con la sobresaliente obtención de la primera plaza en las oposiciones al cuerpo nacional de directores de músicas militares en septiembre de 1945. Tras tres meses en concepto de prácticas en la Música del Regimiento de Infantería del Inmemorial del Cuartel General del Ejército de Madrid, regresó a Córdoba en diciembre de ese mismo año, recalando en la primera banda a la que perteneció en la ciudad de los califas, pero esta vez en el papel de director y ostentando ya el nombre de Música del Regimiento de Infantería de Lepanto n 2.

Estuvo en distintas bandas de música hasta llegar a formar parte del dignísimo Cuerpo de Directores Militares, lo que hizo, para gloria de todos los sevillanos, ser nombrado director de la banda del Regimiento de Soria Nº 9 en Sevilla. Esta etapa de director en Sevilla fue su etapa compositora y dijo una vez el maestro: «yo empecé a componer en Sevilla porque así lo quiso la Macarena».

Las marchas de Don Pedro son de una solemnidad abismal, de un acierto exquisito para el oído del cofrade. Sus marchas alegres son muy del estilo de su antecesor en el cargo de Director del Soria Nº 9, el Maestro don Manuel López Farfán.

Destacar joyas de música de nuestra ciudad como «Sevilla Cofradiera», 1972, cuyo trío es de una elegancia y solemnidad sublimes, marcha dedicada al Consejo General de Hermandades y Cofradías; otras tan sonadas como «Saeta Sevillana o Cachorro», 1967, dedicada al Cristo de la Expiración de la calle Castilla, obra que se asemeja mucho a aquella composición que dedicara a la Semana Santa de Córdoba «Saeta Cordobesa» y que el maestro compusiera en 1949.

No podemos dejar en el tintero marchas tan magníficas y preciosas como «María Santísima del Subterráneo», 1961, con un excepcional trío de cornetas, o como «Nuestra Señora del Socorro» y que compondría un año después que la anteriormente citada. Destacar otras obras que ejecutó con otros autores, obras tales como «Virgen de la O», 1960, compuesta junto a Luis Rivas y José Gardey, así como «Cristo de la Sed», 1970, de la mano de Juan Antonio Cuevas Muñoz, la marcha «Victoria y Paz», 1964, con Juan Antonio Sánchez Selles, y la preciosa «Nuestra Señora de la Oliva», 1980, con Joaquín de la Orden y Dionisio Ortiz.

Importante es toda su obra, hay muchas más marchas como «Pasa la Virgen Macarena», 1959, o la primera de las marchas que compuso «Cristo de las Misericordias», 1935.

Él, como nadie, hacía sencillo lo difícil. La complejidad musical que otorgaba a sus marchas las vestía de transparencia y claridad de ideas. La elegancia del hombre que nació músico no se disimulaba en sus partituras. Elegancia, belleza, equilibrio, armonía, originalidad, lirismo, todo lo que un paso expresa en el cuidado movimiento puede palparse y sentirse con la música de D. Pedro Gámez Laserna.

Fuente: www.patrimoniomusical.com

Marcha Pasa la Virgen Macarena

D. Pedro Gamez Laserna, a su llegada al Soria 9 y ante el ensimismamiento que tuvo que suponer ver pasar a la Macarena, consiguió reflejar en la partitura la exégesis de un palio andando, en movimiento, a la que habría de bautizarla en 1959 con el nombre de “Pasa la Virgen Macarena”. Con cada interpretación de esta marcha, y de primer plano el incomparable y mayestático palio de la Esperanza Macarena, toma fuerza esa frase célebre que Stravinski dejó para la posteridad. Porque nada más entrar las cornetas en el inicio de la marcha ya estaremos escuchando lo que vemos, y viendo lo que escuchamos.

Toda una cátedra de cómo hacer música para un palio y para eso no había ni hay mejor lugar que Sevilla y el palio modélico por excelencia. D. Pedro tuvo las ideas muy claras. Tomó el modelo sancionado por Farfán en “La Estrella Sublime” (1925) y lo amoldó a su estilo personalísimo, que ya en Córdoba había cobrado relieve con la sensacional “Saeta Cordobesa”. Tanto en la introducción de la marcha, como en el tema principal, la participación de las cornetas enfrascadas en el do mayor de la música no solamente se limita a otorgar un complemento y subrayado brillante de la marcha, sino a dominar melódicamente la misma y constituirse en un plano sonoro superior incluso al entramado melódico de las maderas.

El pasaje central, donde supuestamente iría el fuerte de bajos, es un alarde armónico donde los metales recitan una línea melódica suave y relajada, sustentada sobre arpegios de la madera. Retomado el tema principal, y tras unos compases de modulación, la marcha llega al trío final en fa menor que es otro elogio a la armonía y el equilibrio, al lirismo y al embrujo propio del palio de la Macarena. En su primera interpretación la melodía es regida de forma especial por el viento metal, con el acompañamiento en su función rítmica de clarinetes y saxos. La segunda repetición es una superposición de clarinetes principales, requintos y flautas al plano sonoro anterior, en la que se dibuja una melodía con atisbos de saeta, una de las muchas que se ofrendan a la Madre de Dios en la madrugá Sevillana.

Marcha: Pasa la Virgen Macarena

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